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 Año Nuevo 2018. 

 

Por Paco Carlos Infante.

Me resulta siempre difícil escribir estas líneas evocando lo que pasó en 2017 e iniciando 2018  siempre es bueno valorar el aprendizaje de cada año,  he  crecido durante ese tiempo en experiencias y enseñanzas, me ha tocado ver gente querida que se va y este diciembre no es la excepción. 

Siempre se nos adelantan familiares y/o conocidos,  ley de vida dicen, definitivamente ha sido un año de aprendizaje, de ausencias familiares, de nuevas etapas y nuevos retos para el año venidero. 

Con este inicio de año cargado de buenos deseos  de renovación y de esperanza, atrás queda la Navidad: festividad  que conserva algunos rasgos de las Saturnales, que salen a relucir en forma de banquetes, regalos y buenos deseos. Una de estas fiestas tradicionales son las posadas, que viene del verbo “posar” del latín pausare (detenerse). 

La posada es una procesión donde la gente va de casa en casa para representar, por medio de cantos, una escena: María y José pidiendo alojamiento antes del nacimiento de Jesús. Acorde a la tradición, se deben celebrar nueve posadas, aunque los mexicanos podemos tener una cada noche hasta día de Reyes. 

La posada es una convivencia y una oportunidad para comer y beber de “gorra” expresión que significa “obtener algo gratis”. La palabra “gorrón”  la heredamos de España, donde se llamaba así al hombre que vivía de las “gorras” (nombre que se le daba a las prostitutas). Otra versión establece que este modismo nació de la costumbre de algunos jóvenes españoles, que siempre llevaban gorra en la cabeza, de colarse en fiestas y tertulias para comer y beber gratis. Cuando alguien preguntaba por su identidad, ellos se quitaban la gorra a modo de saludo y desaparecían. 

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